este artículo fue publicado en el sitio web The art of Manliness, y fue escrito por Brett y Kay McKay
Comenzado en 1938, el Estudio de Adultos de Harvard representa el estudio longitudinal más largo sobre la felicidad jamás realizado. Se propuso seguir a un grupo de hombres a lo largo de todas las etapas de sus vidas, desde la juventud hasta la vejez, y continúa estudiando a sus descendientes.
El objetivo del Estudio de Harvard era descubrir qué hace que los seres humanos florezcan, y su conclusión general fue esta: todo se trata de buenas relaciones. El Estudio de Harvard ha encontrado que la calidad de las relaciones de una persona tiene la mayor influencia en su salud y felicidad.
Robert Waldinger, el director actual del Estudio de Harvard, utiliza una gran frase para referirse a este factor relacional: la “aptitud social”. Sin embargo, en el libro que coescribió, “La Buena Vida”, nunca explica directamente y desglosa en qué consiste el concepto de aptitud social.
A continuación, intentaremos hacerlo.
¿Qué es la “aptitud social”?
Normalmente hablamos de aptitud en términos de aptitud física, pero también es una forma muy adecuada de describir nuestras vidas sociales. Entraremos en las similitudes entre los dos conceptos en un momento, pero primero expliquemos qué es la aptitud social.
“La aptitud” puede referirse a un par de cosas.
Una es el estado y la condición actuales de una persona. (“Él está en forma”.)
La otra es la capacidad de una persona para desempeñar un determinado papel, tarea o función. (“Él está lo suficientemente en forma como para ____”.)
La aptitud física y social abarcan ambas cualidades.
Cuando estás en buena forma física, estás en buena condición. Tu sistema cardiovascular está saludable, tu peso es normal, tus músculos están tonificados. También estás lo suficientemente en forma como para realizar ciertas actividades atléticas, como correr una cierta distancia o levantar una cierta cantidad de peso.
Del mismo modo, cuando estás en buena forma social, tus relaciones están en buena forma. Tienes un número suficiente de conexiones y un contacto suficiente con ellas. Tus relaciones están marcadas más por la intimidad y la calidez que por el estrés y la tensión.
Para evaluar el estado de tu aptitud social, pregúntate cuánto estás de acuerdo con afirmaciones como:
- No suelo sentirme solo.
- Estoy contento con la cantidad de amigos que tengo.
- Si tuviera una emergencia, hay alguien a quien podría llamar para pedir ayuda.
- Si tuviera un mal día, hay alguien con quien podría hablar al respecto.
- Siento que puedo ser honesto en la mayoría de mis relaciones.
- Me siento generalmente apoyado y amado.
- Si necesito consejo sobre un asunto práctico, hay alguien con quien podría hablar.
- Hay al menos una persona en mi vida que me desafía y me anima a crecer.
- Hay al menos una persona en mi vida que me hace reír y me ayuda a divertirme.
- Soy feliz y satisfecho en mi relación romántica.
- Hay al menos una persona en mi vida que sabe casi todo sobre mí.
La aptitud social no solo abarca el estado de tener relaciones saludables, sino también la capacidad de mostrarte bien en estas relaciones.
Para evaluar el elemento “apto para” de tu aptitud social, pregúntate cuánto estás de acuerdo con afirmaciones como:
- Me sentiría cómodo entrando en una habitación donde no conozco a nadie.
- Me siento cómodo haciendo pequeñas conversaciones con un desconocido.
- Puedo escuchar atentamente a alguien sin distraerme.
- Puedo cultivar una curiosidad genuina por cualquier persona.
- Soy hábil en la lectura de señales sociales y adapto mi comportamiento en consecuencia.
- Sé cómo hacer preguntas que facilitan la conversación y profundizan las relaciones.
- Puedo ofrecer retroalimentación y consejos de manera apropiada.
- Puedo empatizar con los demás de manera útil y reconfortante.
Por supuesto, ambos elementos de la aptitud están inexorablemente conectados. Tanto en el ámbito social como en el físico, te pones en forma al ejercitar tus capacidades, y cuanto más en forma estás, más capacidades puedes ejercitar.
Los Paralelos Entre la Forma Física y Social
Para comprender mejor el concepto de forma social, y cómo se desarrolla y se mantiene, es útil pensar en sus paralelos con algo con lo que estamos más familiarizados: la forma física. La forma física y social solían ser predeterminadas, pero ahora requieren intención para mantenerse.
En nuestro pasado primitivo, las personas tenían que mover sus cuerpos por necesidad. La actividad física estaba integrada en las tareas de la vida diaria.
En el mundo moderno, es posible realizar la mayoría de las tareas necesarias de la vida desde una posición sentada. Hacer ejercicio requiere decisiones intencionales y voluntad.
Cultivar la aptitud física y social constituye tanto un ejercicio de interés propio como un acto de servicio.
Trabajar en tu aptitud física ofrece ventajas personales: te ves y te sientes mejor, y eres capaz de participar en las actividades más divertidas y aventureras de la vida. Pero también confiere un beneficio a la sociedad: estás preparado para ayudar a otros en una emergencia, eres menos una carga para el sistema de salud y tienes la vitalidad para hacer todo el bien posible en el mundo.
De manera similar, trabajar en tu aptitud social es tanto un acto de interés propio como altruista. Las personas socialmente aptas disfrutan de una vida más rica, al tiempo que benefician a otros al proporcionar un oído atento, compañía solidaria y reconocimiento nutritivo.
Como argumenta David Brooks, el tejido moral de una sociedad se desgasta cuando las personas dejan de sentirse vistas y escuchadas; el resentimiento que resulta las lleva a actuar de manera negativa. Presenciar este mal comportamiento hace que las personas interactúen y confíen menos en los demás, lo que solo hace que se sientan más solas y menos reconocidas, lo que lleva a más rupturas de comportamiento y el ciclo negativo continúa. Ser hábil en la socialización empuja este ciclo en la otra dirección. Es un acto de servicio.
Mantener la aptitud física y social requiere un ejercicio monótono y constante, pero cuando lo necesitas, te alegras de tenerlo. Por lo general, no ves beneficios inmediatos al hacer ejercicio, aparte de un estado de ánimo elevado. Los beneficios para la salud se acumulan lentamente y de manera sutil. Por lo general, no necesitas poner en práctica la fuerza y las habilidades físicas que estás desarrollando. Dedicas horas cada semana y no experimentas una recompensa obvia.
Pero, cuando necesitas tu aptitud física para algo divertido o en una emergencia, como cuando un amigo te invita a un viaje de mochilero, un familiar necesita ayuda para mover un sofá, debes caminar un maratón por todo Disney World o debes correr desde un edificio en llamas, seguramente te alegras de tenerla.
Lo mismo ocurre con la aptitud social. Muchas de las conversaciones e interacciones en las que participas pueden ser bastante mundanas. Pero, cuando te encuentras con un cliente importante, sales en una cita con alguien que te vuelve loco o conoces a un amigo que sabes que será especial, agradeces estar preparado.
Al ejercitar constantemente tu aptitud interpersonal en formas mundanas y cotidianas, aseguras que seas ágil, seguro y hábil socialmente cuando la interacción realmente cuenta.
Debes ejercitar regularmente tu aptitud física y social, ya sea que tengas ganas o no. Las personas suelen entender que incluso si no tienes ganas de hacer ejercicio, debes hacerlo de todos modos por tu salud.
Sin embargo, socializar parece más opcional, algo que solo haces cuando tienes ganas.
Reconocemos que no debemos dar mucha importancia a nuestro estado de ánimo cuando se trata de decidir hacer ejercicio, pero a menudo dejamos que nuestro estado de ánimo dicte si asistiremos o no a una fiesta.
Pero el mismo compromiso constante debe prevalecer en ambas áreas. A veces, el ejercicio social es algo que esperas con ansias, y otras veces es similar a comer espinacas: algo que haces, aunque no tengas ganas, porque es bueno para ti.
Hacer “entrenamientos” sociales regularmente implica decir sí a tomar algo después del trabajo o asistir a un evento de networking, no porque tengas un deseo innato de hacerlo, sino simplemente porque reconoces que necesitas el ejercicio para mantener tu agilidad interpersonal. Significa entablar una conversación con un barista de una cafetería simplemente para practicar tu charla. Significa invitar a una pareja a salir a comer, incluso si no estás muy emocionado por su compañía, para mantener tus músculos conversacionales en forma.
Para mantener tu aptitud social, debes hacer las repeticiones, ya sea que tengas ganas o no.