La Curiosidad Cinematográfica: Josh Hartnett y Katee Sackhoff en su Nueva Aventura Acción-Relacional

Soy honesto: mi conocimiento sobre la última película en la que Josh Hartnett y Katee Sackhoff comparten pantalla es sorprendentemente escaso. De hecho, podría decir que apenas tengo alguna referencia sobre su proyecto conjunto, y esto podría explicarse por la apatía que a menudo me invade respecto a muchas producciones populares del cine contemporáneo. Pero, paradójicamente, me encuentro explorando la cuestión porque, en un giro fascinante propio de un thriller de acción, el único hecho que atrae mi atención completamente no es otra cosa que su puntuación en Rotten Tomatoes.

Es intrigante cómo plataformas como Rotten Tomatoes pueden transformarse en faros de luz en el horizonte difuso de nuestra experiencia cinematográfica, lanzando un destello de claridad en medio del inmenso océano de ofertas de entretenimiento. En un entorno donde el ruido ensordecedor de las promociones y el marketing abruma nuestros sentidos, ese número verde y temido —el porcentaje que refleja la opinión crítica— puede ser el salvavidas que nos asome hacia la decisión de asistir a una proyección en la gran pantalla. Así, aquí me encuentro contemplando si la escasa visibilidad que poseo sobre Hartnett o Sackhoff se verá eclipsada por un mero número. Y les aseguro, esta es una experiencia reveladora.

¿Acaso rotular una producción cinematográfica como meramente ‘aceptable’ o incluso ‘notable’ será suficiente para arrastrarme al cine en estos tiempos donde, bien elegidos, los sofás ofrecen comodidad y streaming brinda opciones interminables? Lo cierto es que mi interés es solo ligeramente alzado por la magia del cine, pero la promesa de una puntuación elevada puede paladear un efecto casi magnético. La sociedad de consumo de hoy en día, altamente influenciada por las opiniones de críticos y espectadores antepuestos en plataformas digitales, plantea que tal vez eso sea revelador a más niveles de los que me atrevería a admitir.

Si uno observa el delgado hilo que conecta al cine moderno, compuesto de ecos de éxitos y fracasos, una película que logra elevarse en la evaluación de críticos te mirará con tal destello de optimismo que incluso aquellos como yo, con escaso interés en castas de celebridades, podrían dejarse llevar. Aquí reside la hermosura de estas mezquindades que llamamos cine y teatro. Mallando las didácticas de la audiencia contemporánea con sutiles ingredientes como la adrenalina de lo desconocido que Flint Q. antes de botar en nuestro ecosistema de consumo, una fría noche de actividad en movie theatres puede provocar una explosión potente de sensaciones.

Por lo tanto, en este esfuerzo por fundamentar mi manifiesto personal respecto no solo de Hartnett y Sackhoff, sino también del gran monumento que rodea a su misión fílmica, debería recordaros que la aversión contemporánea hacia las pantallas plateadas bien puede sonar como un eco muerto si lo medimos contra la fuerte corriente persuasiva de, precisamente, los scores que pretenden desglosar el arte del cine. ¿Cuándo fue la última vez que en un idóneo vaivén de expectativas, nuestras decisiones se vieron infectadas más por esos números que por la biografía cinematográfica de los actores?

En definitiva, al contar los días hasta el estreno, engañándose a sí mismo sobre el inminente viaje a la pantalla grande, se revela mi eterna búsqueda de validación antes de acercarme a lo desconocido. Eso sí, en esta ocasión, me siento misteriosamente inducido por un impulso maternal casi inclinado hacia la necesidad fundamental de reconocimiento válido: el recinto más puro donde el “remake”, el “reboot”, la fantasía y la acción colisionan. Puede que, al final de cuentas, vayamos juntos a ver la última exploración de Hartnett y Sackhoff. Por lo menos, el número me parece mirando con grandes ojos de optimismo… y con eso, soy un poco más receptivo a esta nueva aventura.

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